9.11.08

El meu bon gust



Avui al Castell d'Escornalbou amb el Gerard, la Núria i les nenes, hem vist una pintada boníssima a un dels cartells de l'entrada indicant l'horari -aparentment de manera un pèl críptica.

'Escriviu millor que no s'entèn que no obriu els dilluns, cabrons'

i me n'he enrecordat d'un dels clàssics de la meva selecció de 'favorites' subsecció 'nerd'. És la pàgina picturesofwalls.com -una col.lecció de fotografies de les pintades garrules i/o sentimentals que podem trobar a les parets del món mundial.

Ea, llegiu que no us farà cap mal. Jo mentrestant faré abdominals...

3.11.08

publicado en Go en Noviembre 2008





La moda masculina se rebela y diseña una nueva silueta a medio camino entre el dandismo clásico y el rollo náutico. Su objetivo primordial: hacerte parecer más listo y leído. Lo llaman el estilo de los 'litteratti' y es tan extravagante y elitista como puedas imaginar.
Por Banessa Pellisa

A nadie debería sorprender el revival de los jerseys de rombos y las náuticas. La última vuelta de tuerca del look masculino viene alertándonos de su llegada desde hace ya varias temporadas y en la calle ha tenido su avanzadilla este verano con el retorno de las gafas de pasta marmoleadas y las ‘fedoras’.
Amanda Brooks, guru del New York Times Magazine y columnista de la edición masculina del VOGUE USA advierte que el retorno del look litteratti es “demasiado literal, demasiado estirado, demasiado nostálgico, demasiado ambicioso". Puede que lo que no se atreva a confesar es que el look literatti es, sencillamente, demasiado perfecto. Siempre y cuando entendamos por perfecto todo aquello que parece británico y estrafalario, claro está.
La silueta la dibujan americanas de colores, cuellos de pico, pantalones anchos y náuticas. Todo ello en colores planos pero llamativos. Nada especialmente rompedor cuando vemos cada pieza por separado pero, y ahí está la gracia del asunto, un disfraz completo cuando lo vestimos todo a la vez. No vale combinar los ‘oxfords’ con unos vaqueros, ni ponerse el jersey de rombos por encima de una camiseta. El valor último de este estilo está en la coordinación más detallista de colores y tejidos; el resultado de combinar unos pantalones anchos arremangados por encima del tobillo, zapatos de cordones y una americana de doble abotonadura color amarillo canario.
Un buen ejemplo sería el look de Michael Head en los inicios de Pale Fountains o, para ser más precisos, el de su hipotético primo millonario, daltónico y ocioso. La novedad reside precisamente en la combinación de elementos ‘blue collar’ con detalles que huelen a habano caro y aristocrático, deportes al aire libre como el crockett o, directamente, a camarotes de primera clase en transatlánticos de antaño.
Las prendas más difíciles de llevar en esta versión moderna del look Oxbridge son (amén de las náuticas) las americanas y cárdigans de colores, que quedan preciosas en la percha pero con las que puedes sentirte como el payaso de Micolor si el día es gris y tu elección naranja como una bombona de butano. Lo ideal es acercarse al color con ‘mezura’ (turquesas, lilas) y dejar los amarillos y los azul cielo para las camisas y polos o, directamente, para acudir al próximo concierto de Colin Meloy y sus Decemberists.
Y, puesto que hablamos de prendas difíciles, la pieza que mejor define el allure del estilo literatti, su fetiche estético y la prueba definitiva del alto intelecto y amplia biblioteca del señor que va dentro es el ‘ascot’. El pañuelo largo anudado al cuello al estilo Darcy es sólo apto para hombres listos, imberbes y muy altos tipo Arcade Fire (absténgase los jóvenes bajitos y los asistentes a los sanfermines). No es de extrañar que hasta ahora sólo se atrevieran con él los seguidores de Michael Caine. Liso o estampado, lo importante es llevar el pañuelo sin aguja y con las puntas asomando por debajo de la americana. Como símbolo de estatus intelectual es casi tan efectivo como llevar en la mano un volumen de la poesía completa de Wordsworth.

2.11.08

Periodismo egolatra

Años atrás Elena Cabrera hablaba de periodismo emocional y yo le decía que no, que no.
Años después (hoy, para ser más exactos) un semi-conocido ha comentado que mi periodismo es siempre muy 'personal'. Ha mencionado tres textos en concreto que cuelgo aquí debajo para su uso y disfrute y para darle la razón, ya que se la he negado en el tren de camino del aeropuerto y, de hecho, la tenía toda (la razón).

ps- son textos algo mediocres en comparación con otros artículos más criticos y menos egocéntricos. Sera que el periodismo personal no es lo mío. Zapatero a tus zapatos.

publicado en Go Julio-Agosto 2008

El Último Clásico

Tracey Thorn
‘A Distant Shore’
Cherry Red, 1983





De entrada, advierto que esta crítica tiene poco de profesional y mucho de personal. Parte del encanto de esta sección reside precisamente en nuestros esfuerzos por demostrar al lector que aquello que nosotros consideramos (a título privado, casi biográfico) un clásico indiscutible es un trabajo sólido por sus propios encantos. Se trata en el fondo, de una parte de esta revista dedicada a justificar las elecciones más personales de los que en ella escribimos.
Valga este principio como, más que justificación, advertencia de lo que sigue. Lo que aquí se relata es puramente biográfico y si no le interesa, mejor deje de leer ahora mismo.
Y sí, este preámbulo es à la Montaigne. ¿algún problema?
Por Banessa Pellisa

Ahora viene el momento ‘Días de Radio’. Tenía quince años y vivía en un agujero infernal en el sur de Cataluña. Sufría de todo el angst propio de los adolescentes sensibles y además me creía muy lista. Tanto, que una de mis mayores aficiones era llevar un programa de radio local que escuchaba por lo general mi abuela y (a veces) algún novio mío y considerarme por ello la más precoz de las periodistas musicales del país. Entre clase y clase preparaba guiones, escribía artículos para mi fanzine y empezaba a dibujar en mi cabeza lo que más tarde sería un proyecto de empresa discográfica.
Hablaba mucho, como ahora. Escribía muchas cartas y por lo general, ‘me comunicaba con fluidez’ y asiduidad. Tanto que fui adoptada como una especie de mascota indie por muchos de mis conocidos en el shithole. Uno de ellos, fotógrafo de profesión, hombre sensible y poseedor de una notable colección de discos, no entendía nada de lo que pasaba por mi cabeza, naturalmente.
Para compensar la incomodidad de la situación me regaló dos cintas. Una llevaba el ‘Colossal Youth’ de Young Marble Giants por una cara y el disco de Statton y Spike como Prince of Wales por la otra. La otra llevaba el primer disco de Marine Girls y el disco en solitario de Tracey Thorn. Huelga decir que eran cintas de 46 minutos.
Llegué a casa con los cassettes tras haber pasado una velada algo extraña en casa del susodicho conocido rodeada de gente que me pasaba veinte años y hablaba con gran aplomo. No recuerdo mucho, pero sí una leve sensación de embriaguez. Era tarde, pero me senté en la cama en la habitación en casa de mis padres que compartía con mi hermana pequeña y puse la cinta. Se oía ruidito, una guitarra rasgada y una voz clara y segura tan cálida y tan asertiva que penetraba en la más asustada de las mentes teenagers del mundo. Mi hermana pequeña se despertó y tuve que parar la cinta.
Al día siguiente, volví a intentarlo, esta vez a solas. A los dos minutos de haber escuchado ‘Simply couldn’t care’ me resbalaba una lágrima por la mejilla. A los cinco minutos ‘Seascape’ me puso la piel de gallina. A los diez minutos, con “Femme fatale” entré en pleno éxtasis.
Tracey Thorn tenía 20 años cuando grabó A Distant Shore. Es el disco de dormitorio por excelencia: grabado con los mínimos recursos (138 libras) y construido para parecer deliberadamente simple sin serlo. Influenciada por la bossa-nova más suave (no la locura jobimesca, ni la fiesta de Vinicius, si no el sonido cálido de Toquinho- ya saben, un poco mate) y el punk más pérfido, Thorn llevó el do-it-yourself a cotas nunca alcanzadas. Sí, se podía hablar de ser chica y de ser joven y de andar algo despistada. Se podía ser incurablemente romántica y frágil sin dejar de ser fuerte como ella. Tracey melodiosa y dominante canta ‘Feelings can get left behind/So keep your love and I`ll try to keep mine.’ en ‘Small Town Girl’ y cuesta imaginar una píldora de verdad concentrada más emotiva y desnuda. La mayor calidad de este disco es una honestidad embarazosa, tan desnuda que da reparo escuchar. Susceptible de ser considerada vulnerable, Thorn nos cuenta todas sus penas y miedos con total sinceridad. El resultado, lejos de hacerla frágil produce el efecto contrario. Esta fue la primera paradoja que encontré en el pop y la que más fascinación me despertó. Aquí se vencen los miedos hablando de ellos. ¿Les suena?
Marine Girls serán siempre recordadas por ser encantadoras y brillantes en su género, pero la honestidad brutal de las pequeñas homilías de Thorn no tiene parangón. O quizás sí, quizás tenga una versión masculina y paralela en el disco de Ben Watt ‘North Marine Drive’. Qué curioso, ¿verdad?

publicado en Go Septiembre 2008

“Between the Bars”
Elliot Smith
Either/Or

Elliott Smith fue el compositor más talentoso de los noventa, con permiso de Kurt Cobain. Nadie como él supo condensar toda la angustia del último fin de siècle y el miedo de una generación despistada y abrumada por un exceso de información. Su ‘Either/Or’ es uno de esos discos terribles que como ‘Five leaves left’ de Nick Drake definen tanto a su autor como a su público. Ser fan de Elliott Smith forja el carácter Con una sinceridad que no hacía concesión alguna a la ironía o al cinismo, el compositor relataba uno a uno todos los problemas (que no eran pocos) a los que debíamos hacer frente la gente sensible para seguir viviendo. Toda la presión que ejercía el mundo, fuera, lejos, en cuanto asomábamos la cabeza y la de varapalos que nos caían en cuanto abríamos la boca.
El lenguaje de sus letras era algo fuera de lo común. No era lírico, ni folk, ni profundo y sin embargo era tan ajustado a la realidad que uno imaginaba a su autor gritando ‘Eureka’ cada vez que terminaba una canción. Su dicción era culta sin ser arrogante, educada y sencilla. Era auténtica.
Tanto es así que todavía no me he recuperado de la impresión que me provocó descubrir ‘la otra verdad’. Recuerdo exactamente el momento en que me contaron que “Between the Bars” no hablaba de lo que yo pensaba que hablaba. Aquí deberán disculparme porque yo siempre he sido una gran ingenua. En mi sentimentalismo, yo creía que quien iba a calmarle la angustia a Elliott Smith era una amante poderosa, o una figura maternal, divina y deliciosa… o la muerte (algo que estaba dispuesta a aceptar por ser una solución clásica, literaria y en el fondo más apropiada.) Qué terrible saber que la letra más hermosa del mundo hablaba de algo tan vulgar como un chute de jaco y tres tragos de whiskey. Me sentí estafada, engañada, dolida, casi furiosa. Tanto que tuve que tomar una decisión radical: pasaba de todo. Mi lectura era más hermosa y ésa era con la que me iba a quedar. Y lo mejor de todo, también era verdadera.
De lo que habla esta letra es de lo inefectivos que resultan los parches emocionales, que sólo cubren los rotos del corazón, sin curar las heridas. Busca pareja, ansiolítico o animal de compañía que todo seguirá ahí. No hay nada que hacer. Nada va a salvarte de ti mismo. No te creas ni una palabra de lo que te dice la dark lady.
Para mi, “Between the Bars” cuenta una historia fascinante. Habla de la mentira, del desdoblamiento, del doppelganger, de la fragmentación del ego y de la necesidad de construirse voces narrativas nuevas. Habla de lo mismo que Sylvia Plath: de cómo cuesta mantener una coraza y una personalidad falsa que nos permita vivir en este mundo y mantener nuestro verdadera identidad a salvo. Algo así como un super-héroe con la auto-estima por los suelos. Algo así como ser joven en los noventa.
Si alguna lección debemos extraer de su historia, es que no debemos pensar que construirse un nuevo yo es menos costoso que arreglar el viejo (como cuando quieres arreglar el ordenador, la tele o el coche y te recomiendan que te compres uno nuevo porque te saldrá más barato.) Aunque parezca más fácil no lo es. Construirse muchos yos tiene un problema: el distanciamiento y la acumulación de versiones de ti mismo (‘people you’ve been before”). Cadáveres en el armario.
Y aún y así, las palabras de Elliott Smith son tan poderosas que uno acaba por creer que alejarse de uno mismo es lo más subversivo que el hombre moderno puede realizar. Ignorar los ataques de la psicología, el psicoanálisis, la auto-ayuda, la familia y el consejo televisivo… y vivir tranquilo ¿Qué puede haber más punk que vivir en los tiempos del todo es posible y el haz lo que te plazca y decidir no hacer nada y desear menos aún?


Between the bars
Drink up, baby, stay up all night
the things you could do, you won't but you might
the potential you'll be, that you'll never see
the promises you'll only make

drink up with me now and forget all about the pressure of days
do what I say and I'll make you okay and drive them away
the images stuck in your head

People you've been before that you don't want around anymore
that push and shove and won't bend to your will
I'll keep them still

Drink up, baby, look at the stars
I'll kiss you again between the bars where I'm seeing you
there with your hands in the air, waiting to finally be caught

Drink up one more time and I'll make you mine
keep you apart deep in my heart separate from the rest
where I like you the best and keep the things you forgot

The people you've been before that you don't want around anymore
that push and shove and won't bend to your will
I'll keep them still