12.12.05
idiota
Se sabía mezquina. Quería evitarlo pero a cada esquina se cruzaba con su repugnante yo. Sentía que su estupidez se extendía como el cáncer glotón desde su mente hasta la ingle y que sólo dejaba libre las extremidades inferiores, pajes de su infeliz amargura, que la llevaban, la mostraban al mundo en toda su indignidad para mayor gloria de su brillante miseria. Sus piernas la paseaban por el ruedo, por la pista de circo. Ella sería el inválido y sus pies, la silla de ruedas. Para que los necios se rieran de ella y los buenos se compadecieran de su desgracia, de su parálisis apática, hipertrófica idiotez.