Pongamos por ejemplo que usted sufre los atascos de una personalidad comprensiva y bien dispuesta (largas colas de dudas y reproches obstaculizan su tráfico mental). Imaginemos que ante una situación que considera irremisiblemente condenada al fracaso más estrepitoso decide enfrentarse abiertamente al problema y plantarle cara... ¡Qué valiente es usted!
Acto seguido le atacan las dudas "¿Habré hecho lo que debía? ¿Me habré precipitado? ¿Me habré excedido? O, por el contrario, ¿habré sido demasiado blando?"
No se preocupe, siéntese a leer, pasee y duerma un poco, si puede. Verá como el mundo es mas fácil de dominar con el cuerpo en forma.
Al día siguiente (o al día siguiente del siguiente) ignore esa leve sensación de pánico que le rozara la punta de los dedos. Avance y proceda a ordenar su día a día. Huya de la parálisis.
Cuelgue el cartel de EN VENTA y mire al futuro con optimismo. Lo que aprendió hoy no va a olvidarlo mañana.
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