17.9.08

Publicado en Go - Septiembre 2008

MI NOVELA AUTOBIOGRÁFICA
Le Mans
En el CD ‘Aquí Vivía Yo’ (Elefant, 1998)

Suelo despertar con una impresión de infelicidad.
Me pregunto si en la realidad sólo hay ilusión,
pero nada más, no hay nada.
No me hace ilusión la vida formal,
la revolución ni el materialismo,
filosofar sobre esta vida y la de allá, ¡qué pesadez!

Suelo despertar con una impresión de infelicidad.
Si pudiera desaparecer esta desazón,
si no fuera más que un mal momento.
No me hace ilusión ir a trabajar
a un gran almacén, ser ingeniera.
Tampoco veo mi vocación en la maternidad, ¡qué pesadez!

Cómo puede ser tanta adversidad estorbada por pasatiempos.
Pocas cosas hay nuevas bajo el sol
y la novedad tampoco es novedad.
No me hace ilusión esto de escribir,
ni de publicar, ser reconocida.
Tampoco ser la guitarrista de un grupo rock, ¡qué pesadez!




La Enciclopedia de la Salud (fascículo 3, capítulo seis) asegura que no se puede estar deprimido y ser cínico a la vez. De hecho, el autor del artículo parece tan convencido de tal afirmación que nos propone un sencillo ejercicio para evaluar el nivel de bajón del paciente: intentar que se ría de sus problemas. Si no lo conseguimos, nos recomiendan que consultemos lo antes posible con un especialista. Si, por lo contrario, el individuo se carcajea hasta de su mala sombra entonces, concluye el autor, es que nuestro supuesto paciente no está verdaderamente enfermo, que sus problemas no son ni tan grandes, ni tan inabarcables. Puede que no se trate de una depresión, si no tan sólo de cierta desazón.

La idea de ‘cazar’ al falso deprimido, aparte de algo indignante, abre un nuevo campo de contenido y connotaciones que sólo un adicto a la letra impresa apreciaría en toda su magnitud. ¿Qué pasa con la tristeza, la pesadumbre, la inmovilidad? ¿Qué pasa con la saudade? Bueno, la enciclopedia no ofrece mejor remedio para tales males que ‘Salir a pasear o tomar un café con un buen amigo’.

Y lo cierto es que, diga lo que diga el fascículo 4 de tan magna obra de referencia, existe un punto intermedio entre el suicidio y la penita. Todos hemos experimentado ese estado singular que no nos impide llevar una vida activa y sin embargo ralentiza cualquier proceso emocional. Teresa Iturrioz, bajista y letrista de Le Mans, lo llamó como si de una novela de Henry James se tratara, ‘una impresión de infelicidad’. Por lo general se rodea de otras características como lentitud, ironía, buenas maneras, rutina, frustración, pereza, nostalgia y ausencia de sonrisas y acostumbramos a sentirla los domingos, el último día de vacaciones y de manera más duradera cuando llevamos más de tres meses sin una cita.

Esta ‘impresión’ constituye el núcleo temático de las canciones del grupo de San Sebastián-

Todas las letras de Le Mans (tontísimas algunas, enormes otras) eran algo tristes, algo raras… No eran depresivas porque se reían de sí mismas utilizando rimas ridículas y, sin embargo, nos dejaban atontados en un rincón como lo haría una ruptura sentimental. Sus puentes de desmesurada altura jugaban con la pena y la risa de un entremés amargo y sólo en ocasiones (en algunos temas de ‘Saudade’ como ‘Lucien’ ) resultaban alarmantemente realistas.

Pero pocos versos son más inspirados que los de ‘Mi Novela Autobiográfica’, con los que supieron ejemplificar mejor que nunca en qué se convertía la tragedia cotidiana. Rozando el ridículo y el absurdo, auto-referencial (‘Tampoco ser la guitarrista de un grupo rock’) y divina (‘¡Qué pesadez!’) el primer single del último disco de estudio de la banda donostiarra contaba la experiencia de toda treintañera soltera del mundo moderno, y por extensión, la de todo recién estrenado adulto perdido en la inmensidad de una gran ciudad. Habla de las pequeñas decepciones que acumulamos a lo largo de nuestros primeros años de vida sentimental, de las frustraciones más diminutas. Habla, en el fondo, de aquello en lo que se convierte la angustia adolescente con el paso del tiempo, ese sentimiento estable e inocuo que llamamos amargura.