24.3.06

insomnio

Sylvia Plath, que estuvo ingresada en el McLean Hospital de Belmont a causa de una grave depresión que culminó con un intento de suicidio a través de la ingestión de una gran cantidad de hipnóticos, describió así sus espantosas noches de insomnio en La campana de cristal:
'Hacía tres semanas que no me lavaba el pelo...
Hacía siete noches que no dormía.
Mi madre me dijo que seguramente había yo dormido, pues era imposible que no hubiera dormido en todo ese tiempo, pero si dormí fue con los ojos muy abiertos, pues había seguido el curso de la manecilla del segundo, de la del minutero y de la que marca las horas del reloj, en sus círculos y semicírculos, durante todas las noches de los siete días, sin perder un segundo, ni un minuto, ni una hora.
La razón por la que no había lavado mi ropa ni me había lavado el pelo era que me parecía tonto hacerlo.
Veía venir los días del año alargándose como una serie de cajas blancas y brillantes, y entre una y otra estaba el sueño, como una serie negra. Sólo para mí, la larga perspectiva de las sombras que separaban una caja de la otra de pronto dejaba de separarlas, y podía ver un día tras otro brillando delante de mí como una avenida blanca, ancha e infinitamente desolada.
Me parecía tonto lavarme un día cuando tendría que lavarme al día siguiente.
Me cansaba sólo de pensarlo.
Me hubiera gustado hacerlo todo de una vez y acabar con ello.'
(...)
En términos semejantes a los utilizados por Sylvia en el fragmento citado se expresaba también otra escritora en la que el cine reciente ha hecho foco. Virginia Woolf describió así sus noches de insomnio en la novela The voyage out, inspirada en su propia ciclotimia:
'Esas noches interminables que no terminan a las doce, sino que siguen: a las trece, a las catorce, y continúan así hasta las veinte, y luego a las treinta y luego a las cuarenta (...) y no hay nada que pueda evitar que las noches sigan haciendo esto si así lo quieren.'
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