19.10.05
bleeding
De su primera vez apenas recuerda una habitación casi vacía y una cama barata. No hay mucho más. Un póster que cada día cambia de grupo, por que no puede, lo intenta y no revive. Una lámpara que es bombilla. Pintura blanca, sucia, seca y áspera como su barba. El más amargo de sus pocos recuerdos es para esa habitación, que no era la de un hotelucho barato, sino la propia. Aunque es mentira, cuando le preguntan, asegura que no sangró.
Piensa en las fábulas góticas que leía entonces. La princesa que inventaba su virginidad pinchándose con unas pinzas metálicas el labio exterior de la vagina. Mordiendo el labio. Se hacían daño para protegerse de un dolor hipotético, del rechazo y la bofetada del otro, que quizás adivinara - Nada hería menos que el dolor auto-inflingido, no había sorpresas desagradables. Lo desagradable, simplemente, era.
Cuando la sangre se cansaba, había oído, se formaba una costra, y la costra eran, había entendido, plaquetas amontonadas y le hacía gracia imaginárselas una sobre la otra y más gracia le hacía ganar siempre, por que cuando luchaban, ellas siempre perdían.