Semana rara. Resultado: He decidido que me gusta el 'Plans' de Death Cab for Cutie y que a partir de ahora seré efectista e hiper-expresiva (o sea, expresionista). ¡Va por ustedes!
Intentó incorporarse con dignidad y rapidez pero sus miembros no respondían con la agilidad precisa para evitarle golpes como este, ni trompicones, ni breves flaqueos durante el descenso apresurado por el último tramo de escaleras, los únicos peldaños contra los que no había dado su cuerpo. Oyó su nombre. Pero no se giró, nada la detuvo… su mente parecía suspendida, inmovilizada, pero su cuerpo se movía frenéticamente: sus rodillas, en particular la derecha, le pareció notar, temblaban, bailoteaban al ritmo del último grupo moderno neoyorquino, lo que dificultaba cualquier control sobre sus movimientos. Se mareó al tomar las pequeñas curvas, ese rally doméstico que separaba la escalera del ascensor y, más adelante, del vestíbulo. Ana la llamaba desde el segundo piso. Percibió el miedo y la vergüenza en su grito y se alegró profundamente.
Salió a la calle. El tráfico, la gente, sólo sirvieron para desorientarla aún más. Empezó a correr. Debía abandonar la principal, tomar el trayecto menos evidente para alejarse de ese lugar. Al instante, comprendió que no había razón alguna para huir. ¿Por qué siguió corriendo? No lo sabía. Tampoco supo explicarse por qué había organizado esa estúpida fiesta. Le dolía la cabeza. Se detuvo al llegar a la farmacia. Compraría Gelocatil. Un paquete. No lo envuelva, por favor. Pediría un vaso de agua a la farmacéutica y se tomaría dos píldoras allí mismo.
Sudaba mucho. Se secó la frente con la manga de su precioso jersey de fcuk. El contacto de las manos cubiertas por una fina capa de polvo con el flequillo mojado le produjo náuseas, notó como su estómago se encogía, apoyó el brazo izquierdo en el semáforo de peatones y se quedó mirando la bolsa gris que asomaba por el borde superior de esa papelera tan moderna, tan Barcelona. A buen seguro habría ganado el premio FAD 2002 al mejor proyecto de fin de carrera. Pensó en él, en el imbécil que había diseñado una papelera que necesitaba una bolsa de plástico para conservarse en buen estado mientras su vómito recreaba el sonido de la lluvia intensa sobre un paraguas.