13.2.06

Drugs for when you’re lonely. Polish for your nails.

Giros, una autobiografía en tercera persona.
Trabajo de diván para mi última sesión activa de psicoanálisis. verano, 2004.

Le costaba moverse. La tarde era la peor parte del día. Después de comer, si conseguía cerrar los ojos y dormir un rato, la siesta le valía como excusa para perder unas horas con la tradición de su lado. A partir de las cinco la cosa era más complicada. Intentaba retomar la actividad del día y avergonzada de sí misma, se levantaba del sofá. Se dirigía maquinalmente a la cocina y abría la nevera sin saber qué hacer: prepararse un café, ir al supermercado, comer algo o intentar dormir. El suelo de la cocina, las baldosas sucias, sus piernas cansadas, el sofá y se acurrucaba de nuevo. A veces la televisión le ayudaba a perder el tiempo de un modo bastante eficaz, sin remordimientos ni lamentos. No siempre funcionaba, claro está.


No escuchaba música por pereza. El desorden era notable: los discos se acumulaban en las estanterías cargadas de polvo y cuentas pendientes. Cajas rotas, cajas vacías y CDs solteros. De vez en cuando, sobre todo cuando se encontraba en vena, cuando decidía poner fin a su apatía (¿era eso? Sí, claro. Apatía.) se acercaba al montón menos desordenado y cargada de energía escogía uno de los veinte discos que recordaba. Llevaba años sin sentir el Gran Entusiasmo Por El Arte que había caracterizado sus primeros pasos. De hecho, apenas recordaba otra cosa que no fuera desidia, desinterés o cansancio al abrir un libro, escuchar una nueva canción... Lo curioso del caso es que, pese a todo, seguía comprando libros, discos, películas y papel compulsivamente. Le daba la impresión que el único esfuerzo que podía permitirse era el de mantener las apariencias. Desde siempre, y realmente se sentía muy orgullosa de ello, se la consideraba una chica lista. Por supuesto, sólo parecía lista: algunos detalles, algunas conversaciones, pero poco más. En otro tiempo había disfrutado mucho haciéndose pasar por una chica leída, culta, encantadora y activa, algo desgarbada, con aquella torpeza que otorga autoridad al intelectual de bolsillo.