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La Brave Little Seamstress es igual de ingeniosa, divertida y espabilada que su versión masculina pero, precisamente por ser Seamstress y no Tailor, tiene una clase que epata, admira y... da risa.
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Este cuento de Mary Pope Osborne es ñam-ñam. Canela fina. 'Kate & the Beanstalk' provocaba ataques de euforia. Este es tronchante. (¡Vivan los pdf piratillas!)
Las reescripturas (por que yo no me atrevo a llamarlas versiones) feministas de fairy tales clásicos carecen, por lo general, del ritmo que se exige a la literatura infantil actual. Acostumbran a pecar de todos los males de la escuela Kate Millett, cuando no se erigen como auténticos bodrios infumables e ilegibles para hijos de hippies con calerons. Precisan ser didácticos, claros, concisos y asumen que un niño es fácil de manipular con razonamientos lógicos, cuando, en realidad, y los que están en contacto con enanos sabrán de lo que les hablo, un niño es tozudo, gruñón y no da su brazo a torcer a no ser que obtenga algo que quiera a cambio. ¡Esos brave little bastards sólo persiguen el placer! ¡sólo piensan en disfrutar! ¡diversión a mansalva, narices! ¡serán canallas!
Bueno, pues aquí está la Osborne para arreglarlo. Y además viene ilustrado por Giselle Potter, que a pesar de mi reticencia al gouache 90s, últimamente me tiene enamorada.
Estoy esperando a dar con una edición de 'Sleeping Bobby'. Parece hilarante la cosa.
Lean cuentos. Que son Norit mental.