9.2.09

Publicado en Qué Leer en Febrero de 2009

La Arquitectura de la Felicidad de Alain de Botton
Por Banessa Pellisa




Cuenta Alain de Botton que un mediodía en Londres un amigo con el que había quedado para comer le dio plantón. Llovía tanto que decidió refugiarse en un McDonald’s cercano. La experiencia fue desastrosa: los fluorescentes, las mesas, el ruido de la freidora… Tras engullir su hamburguesa abatido, decidió dar un rodeo antes de volver al trabajo y entró en la catedral de Westminter. Al instante dejó de sentirse obnubilado y abrumado. De golpe, el mundo parecía un lugar espiritual y bello en el que nuestra pequeñez tenía sentido. La arquitectura había obrado su efecto. Sus sentimientos estaban a merced de la construcción que le rodeaba. La luz, el vacío y el ornamento habían alterado su estado emocional, cabizbajo y taciturno y lo habían convertido en un hombre extasiado y pacífico.

El efecto de esta revelación le sirve ahora como punto de partida en su reflexión sobre el impacto de la arquitectura en nuestra vida diaria. Para ser más explícitos, al filósofo suizo quiere descubrir cual es el mecanismo que convierte la fealdad en un obstáculo hacia la consecución de la felicidad y que provoca que lo sublimemente bello sea capaz de inducirnos sentimientos nobles y bondadosos.

Se trata sin duda del trabajo más arriesgado del autor que abandona su terreno natural (la literatura y la filosofía) para adentrarse en las aguas movedizas de la teoría estética con la sencillez que le es habitual. En ‘’La Arquitectura de la Felicidad’’ el planteamiento es simple: el alma reconoce lo bonito como bueno y lo feo como malo. Sin más pretensión que la de llamar nuestra atención sobre la importancia y el efecto que tiene sobre nosotros el espacio que nos rodea, su afán didáctico cae en algunos momentos en saco roto. Anda tan preocupado construyendo su discurso estético que olvida transmitir la emoción que es capaz de conjurar cuando nos habla de amor, viajes o literatura

Sin embargo, y pese a los esfuerzos que realiza por hacer lo contrario, poco ha cambiado en su acercamiento a la filosofía del día a día. Su obra se basa en una lectura universalista y maravillosamente ególatra de lo personal. Su persona vale como ejemplo, sus experiencias son la medida con la que evaluar lo común. De Botton posee una de las mentes más creativas y originales que existen hoy en día- y su lectura funciona a tantos niveles como el lector esté dispuesto a conocer. Uno puede acercarse a este texto como quien lo hace al suplemento dominical -es decir, permanecer al margen y jugar con las muchas anécdotas que nos cuenta con tanta destreza - o adentrarse en el texto armado con un cincel y un martillo dispuesto a reconocer y reflexionar sobre la propia experiencia. La teoría estética de de Botton, explícita por primera vez en su carrera, puede sorprendernos o dejarnos fríos pero su objetivo no es dogmatizarnos si no ofrecernos, con la mano extendida, nuevas herramientas nuevas para analizar lo que nos rodea.