El sábado pasé el día de boda tras sufrir un breve desajuste en mi calendario mental que se solucionó con una llamada a tiempo y la compra de unas medias negras de camino a la iglesia.
Así que hasta ayer no me acercaron hasta IKEA.
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Reencontrarme con mi casa en un polígono industrial del nordoeste de EEUU no entraba en mis planes pero ahí estaba: mis sillas blancas (un regalo de cumpleaños), mi cómoda de calcetines (otro regalo de cumpleaños), mi cama de hierro, mi escritorio y mi silla de trabajo entre otras de mis (ex)posesiones me esperaban en casa. Sin reproches ni nostalgias ahí estaban mi comedor y mi dormitorio: listos para ser ocupados y vividos... de nuevo.
Muecas de disgusto y cínicos comentarios anti-globalización ¡APARTAROS DE MI CAMINO! Necesito comfort y paz y mi selección habitual en Ikea me la proporciona igual que mi ritual dominguero (Vogue y café y bollito de queso), mi desayuno (pan y kalles y/o yoghurt con special K) o releer las obras completas de Jane Austen cada año. Necesito reconocer mi toalla, mi fiambrera y mi mantita. No poseo un carácter intrépido. Poseo un culo inquieto y una actitud sentimental frente a la vida.
No necesito muebles en mi piso amueblado pero compré cuatro memeces para decorar mi vida y algunos utensilios prácticos de primer orden (pelapatatas).
En otro orden de cosas... me siento ágil mentalmente. Todo empieza a coger un poco de ritmo...